Quizás sea este el momento del punto final, del papel en la hoguera, del cigarrillo pisado, de la copa vacía sobre la mesa, del cajón lleno de polvo, de la nevera raquítica, del limón podrido, del libro que escribiste escondido entre dos tomos de una enciclopedia de los 90, de las canciones en mute, de los días en pause, de las manos en stop permanente, de tu nombre comido por el silencio, de mí, de lo que soy yo sin ti mientras trato de serme yo otra vez.
Te mataré.
No matarás, no le matarás, sí, lo harás para vivir.
He empezado a vomitar cuando las manos han decidido dejar la última cerveza a medias y tu recuerdo ocupando mi cuerpo por completo.
Caer de pie, como las gatas.
El azar sigue haciendo que siga aquí, firme, un cadáver momificado y avanzando hacia la eternidad que solo tú le darás.
Te avisé, una puta no tiene nada que perder porque ya la han dejado perdida en todo momento.
Uso y tiro tu entrada en mi como si conservará un tesoro que no llego a creerme del todo y que sé que jamás me pertenecerá.
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